ABOU ZAKIEste mecánico, junto a su mujer y su hijo de dos años, salieron de Siria huyendo de la guerra. Son un claro ejemplo de aquella ola migratoria que sufrió el cierre de fronteras de la unión europea en mitad de su éxodo. El abandono por parte de las instituciones, las mafias, el miedo a los traficantes de órganos, la cárcel y la vulneración constante de los derechos humanos son los pilares de la crítica de Abou Zaki.
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Salimos de Siria a causa de la guerra, que ha destruido nuestra casa, la calle, todas las casas, todo destruido. Nos vimos obligados a salir de Siria hacia Turquía para llegar a Europa por medio de un traficante. Caminamos toda la noche, atravesando montañas, ríos... Iba acompañado de mi mujer y mi hijo de dos años y medio. No teníamos otra opción, teníamos mucho miedo, estábamos y asustados. Gracias a dios, llegamos a Turquía rumbo a Izmir para ir a Grecia. Allí localizamos a un traficante y pactamos las condiciones de la travesía. Mi familia estaba aterrorizada. Primero, subimos a una barca que filtraba agua. Eran las nueve de noche, todo oscuro, con un miedo terrible. Ya en el mar, tras un kilómetro, de repente, la barca se llenó de agua. Estábamos a punto de ahogarnos todos, así que dimos la vuelta hacia la orilla. La barca está rota. Entonces, le dije al traficante que queríamos cruzar de día, para comprobar el estado de la barca. Así, se acordó.
El día siguiente a las nueve de la mañana, comprobamos es estado de la barca y nos pareció bien. Mi mujer tenía mucho miedo al mar y al agua. Intenté animarla porque no teníamos otra solución. En Siria estábamos muertos y, si tenemos que morir, moriremos en cualquier lugar del mundo. Nos pusimos en manos de Dios. Según avanzamos en el mar, mi mujer cerró los ojos. Temía mucho al mar. El tiempo era tranquilo, no había olas. En la medio del mar, empezaron a crecer las olas. Todo el mundo estaba gritando. Éramos unas 70 o 75 personas pidiendo auxilio. Afortunadamente, estábamos cerca de la costa griega. Nos vio la guardia costera griega, gracias a dios y nos salvó de un naufragio inminente. La situación era bastante dramática. Todo el mundo nervioso, llorando. Nos rescataron dentro de un barco que nos trasladó a una isla. Nos dieron tarjetas de registro. Mi tarjeta tenia número 21/2.
Subimos al barco con rumbo a Atenas. Las fronteras estaban abiertas con Macedonia donde había una avalancha de gente masificada en tiendas de campaña. Esperando nuestro turno, entramos en Macedonia al campamento Gevgelija. Injustamente la UE ordenó el cierre de las fronteras el 7 de marzo de 2016. En Macedonia nos dieron tarjetas de registro. Subimos a un tren hasta la frontera con Serbia. Durante el camino, nos informaron de que las fronteras estaban cerradas con Croacia, Serbia y Austria. Llegamos a la frontera con Serbia y nos impidieron la entrada hasta que llegase la comisión encargada de la interrogación. Mientras esperábamos la comisión, llovía fuertemente. Estuvimos bajo la lluvia durante 7 horas. Todos éramos familias con niños. Cerca de 470 personas sufriendo lluvia y frío. Serbia nos negó la entrada y Macedonia nos cerró la frontera para volver porque figurábamos como salientes de Macedonia. 7 horas de espera, ni para atrás, ni para adelante. Quedamos atrapados entre las dos fronteras… Ante esta situación, a la espera que abran las fronteras, nos trajeron tiendas de campañas pequeñas igual que las tiendas de Idomeni. Éramos 470 personas. Macedonia nos negó que volver a sus territorios porque figuramos como salientes y Serbia nos ha prohibido la entrada de acuerdo al cierre de las fronteras desde la UE. Hemos quedado atrapados entre las dos fronteras…
Estuvimos 18 días sobreviviendo una dramática situación bajo la lluvia y el barro. Nos instalamos en una pequeña tienda, sufriendo mucho frío e intensa lluvia. Pasaron los 18 días y las fronteras seguían cerradas de forma indefinida. Nos ordenaron volver al campamento de Gevgelija, frontera con Serbia. Algunas familias fueron de forma clandestina, otros tantos amigos también lo han hecho. Quedábamos como 60 personas. Acordamos entonces escapar de forma clandestina para entrar a Serbia. Era de noche… sobre la una de la mañana. El camino estaba lleno de barro, junto a nosotros había gente mayor, de 63 años, embarazadas, niños, discapacitados… Éramos 60 personas. Nos adentramos en Serbia. Dos kilómetros aproximadamente desde la una de la mañana hasta las 8 de la mañana. Paramos a descansar y encendimos fuego para calentarnos, nos vio la policía serbia y nos ordenó volver a Macedonia. Les dijimos que según nuestras tarjetas de registro figurábamos como salientes y la policía insistió en que volviésemos. Nos negamos a volver así que, la policía serbia agredió a dos jóvenes y nos obligaron a volver a Macedonia por la fuerza. Intentamos cruzar a Serbia por segunda vez pero la policía nos devolvió a la puerta principal entre Serbia y Macedonia. En este momento, la policía de ambos países, esperó hasta el anochecer para acordar la manera de trasladarnos a otro lugar; nos metieron en camiones militares rumbo a Grecia. En ese instante se presentaron algunas ONG’s a las cuales la policía negó que pudiesen ayudar. La policía junto con los militares hicieron un pasillo para conducirnos hacia los camiones. Éramos sesenta personas. Las mujeres y los niños empezaron a gritar negándose a entrar en los camiones. Había un oficial que comunicó a su superior nuestra negación de subir a los camiones. Ante este rechazo, el oficial nos comunicó que teníamos que volver en trenes al campamento de Gevgelija que hace frontera con Grecia. Aceptamos volver en trenes pero no en camiones militares. A las cinco de la madrugada nos metieron en autobuses, éramos 60 personas, y nos devolvieron al campamento de Gevgelija en Macedonia, frontera con Grecia. Nos quitaron las tarjetas de registro de Macedonia; si tú intentas volver a entrar a Macedonia y te cogen sin documentación te devuelven directamente a Grecia sin poder argumentar que has estado en Macedonia. “Permanecimos un mes y medio en Macedonia”.
Recibimos un trato nefasto por parte de Naciones Unidas. ACNUR en Macedonia no nos ayudó en nada. Los traductores árabes hicieron una labor formidable pero, las ONG’s grandes no fueron buenas con nosotros en absoluto.
Después de un mes y medio sin solución alguna decidimos entrar de forma clandestina. Nos cogieron y nos devolvieron a Grecia.
Volvímos al campamento de Idomeni y estuvimos allí quince días en unas condiciones infrahumanas. Hablé con mi mujer y le dije que teníamos que ir a Albania de forma clandestina. Mi mujer tuvo miedo y mi hijo también, diciéndome que cómo vamos a ir a Albania habiendo allí traficantes de órganos, mafias y bandas criminales. Les dije que no teníamos elección, que la muerte nos estaba cercando.
Partimos hacia Albania. De Tesalónica fuimos a Ioaninna y, durante dos noches, dormimos en un garaje. Fuimos a la frontera de Kakavia, intentamos entrar de forma clandestina, lo intentamos dos veces y la policía nos detuvo. A la tercera conseguimos pasar la frontera a través de un río. Sólo los tres. Era de noche. Mi hijo estaba llorando; comimos unos bocadillos que debían estar envenenados. Vomitó durante toda la noche, estaba envenenado.
Los árboles estaban entrelazados, era muy difícil atravesarlos. Caminamos a través de bosques llenos de arbustos y maleza que nos arañaban las piernas. Mi hijo y mi mujer acabaron cubiertos de pinchos. Estábamos muertos de miedo. Aún así, caminamos desde las cuatro de la tarde hasta las seis de la mañana. Llegamos a la ciudad de Gjirokastër. Allí nos vio una persona y nos ofreció refugio en un garaje advirtiéndonos que la policía podía detenernos. Nos ofrece llevarnos a la capital, a Tirana, a cambio de 40 euros y desde Tirana cogimos un autobús hacia Shkodër. Nos desplazábamos con la ayuda de un GPS. Desde Shkodër cogimos otro autobús para llegar hasta Montenegro. Cuando llegamos a la frontera de Montenegro el estado de salud de mi hijo era crítico.
La policía nos vio, nos cogió y nos llevó a una comisaría diciéndonos si queríamos quedarnos en Albania o volver a Grecia. Le dijimos que queríamos volver a Grecia. Nos registraron y nos sacaron una documentación, después nos llevaron a una cárcel entre montañas. Era de noche. Estábamos aterrorizados. Nos metieron en la cárcel . Uno de los policías fue amable con nosotros y nos presentó a una paisana siria que estuvo encarcelada hace un año. Esa chica nos intentó tranquilizar y nos dijo que no iba a pasar nada, que era cuestión de 20 días de retención y luego nos liberarían. Le dijimos que estábamos con mucho miedo, que estábamos solos los tres, pero ella insistía en tranquilizarnos.
A continuación nos metieron en una celda y nos cerraron. Era una cárcel con cámaras de seguridad, vigilancia policial, el móvil estaba prohibido… Era una catástrofe para mi encarcelados junto mi hijo pequeño sin que les importa su estado de salud. Hemos solicitado la intervención de ACNUR/UNHCR puesto que hay un niño enfermo encarcelado, que es una auténtica violación a los Derechos Humanos. Pasados los 20 días, no nos devolvieron a Grecia. Les suplicamos que nos devolviesen pero fue en vano. Pasamos 15 o 20 días incomunicados con nuestras familias.
Mi hijo seguía envenenado hasta que ACNUR nos visitó una vez diciéndonos que se enteraron y se interesaron del caso de mi hijo ofreciéndonos que nos llevarían a un lugar mejor o a algún campamento oficial en Grecia. Nos dijeron que iban a trasladarnos a un lugar mejor como tarde mañana. Aceptamos el ofrecimiento pero después de 15 días más en la cárcel no volvimos a verles, ni se han puesto en contacto con nosotros ni nos han ayudado en nada. Después de 23 días más nada cambió, seguíamos en la cárcel sin ninguna solución. Entonces le dije a mi familia que tendríamos que hacer huelga de hambre hasta encontrar una solución. Si no llegamos a hacer esta huelga, posiblemente nos hubiésemos quedado un año sin que nadie supiese de nosotros. Comenzamos la huelga de hambre y la llevamos a cabo durante dos días. Al ver esta medida de presión nos trasladaron a un campamento mejor pero cerrado, no podíamos entrar ni salir de allí.
En este campamento nos encontramos con la ONG (UNHCR/ACNUR) y les dijimos que había pasado un mes sin atender nuestra petición; ¿qué va a ser de nuestra situación? Queremos volver a Grecia. Estamos agotados física y mentalmente. Nos contestaron que el asunto está en manos del gobierno y que ellos no podían hacer nada. Pero, ¿cómo que no podéis hacer nada si sois ACNUR? Que sois los responsables de los refugiados, los responsables de mí, en Albania, en Grecia y en Macedonia. Habéis sido absolutamente inefectivos con mi situación,, No estáis haciendo bien vuestro trabajo. Me contestaron que o me quedaba en la cárcel o pedía el asilo. Les dije que yo no quería el asilo en Albania, quería volver a Grecia porque se había abierto un proceso de registro y reubicación de refugiados del cual quería ser partícipe porque podría ser nuestra salvación. Me contestaron que esas eran las normas entre ambos países y que ellos no podía interferir en estas.
Esta situación de bloqueo duró un mes y medio. Al final nos llevaron a Grecia y nos sacaron una nueva tarjeta de registro. Aún sigo guardando la anterior. En el transcurso de este trámite nos retuvieron dos días en una cárcel y después de todo el proceso llegamos aquí.
En definitiva la situación fue bastante trágica. El viaje ha sido agotador. Han pasado cinco o seis meses desde que salimos de Siria hasta ahora. No hubo descanso, ni sueño, ni tregua. Todo ha sido una tortura que no se la deseo a nadie. Ha sido una experiencia brutal. Cuando llegamos, las fronteras estaban abiertas…
Al llegar aquí, a Katsikas, montamos una tienda bajo el sol, con cardos y piedras en el suelo. La situación es insoportable pero, gracias a la ayuda de las ONG’s pequeñas, conseguimos un aporte de esperanza y un soporte para aguantar. Pero el resto de las grandes ONG’s no nos han prestado ninguna ayuda ni nos han atendido como debieran, sobre todo ACNUR, que no profundiza en la situación de los refugiados. ¡¡Veníamos de la muerte, estábamos en la muerte!!
Nuestra situación es trágica. Ante tanta injusticia sólo nos queda dios como refugio.
Desde aquí, manifestamos nuestra queja y crítica hacia ACNUR. En principio estábamos esperanzados al verles, puesto que representa la agencia de la ONU para los refugiados que defiende los derechos humanos. La verdad nos ha sorprendido mucho el trato de esta grande ONG que se ha desatendido totalmente de nuestro caso, que se limitan a decirnos que todo depende de las autoridades que ellos no tienen nada que ver en el asunto.
El día siguiente a las nueve de la mañana, comprobamos es estado de la barca y nos pareció bien. Mi mujer tenía mucho miedo al mar y al agua. Intenté animarla porque no teníamos otra solución. En Siria estábamos muertos y, si tenemos que morir, moriremos en cualquier lugar del mundo. Nos pusimos en manos de Dios. Según avanzamos en el mar, mi mujer cerró los ojos. Temía mucho al mar. El tiempo era tranquilo, no había olas. En la medio del mar, empezaron a crecer las olas. Todo el mundo estaba gritando. Éramos unas 70 o 75 personas pidiendo auxilio. Afortunadamente, estábamos cerca de la costa griega. Nos vio la guardia costera griega, gracias a dios y nos salvó de un naufragio inminente. La situación era bastante dramática. Todo el mundo nervioso, llorando. Nos rescataron dentro de un barco que nos trasladó a una isla. Nos dieron tarjetas de registro. Mi tarjeta tenia número 21/2.
Subimos al barco con rumbo a Atenas. Las fronteras estaban abiertas con Macedonia donde había una avalancha de gente masificada en tiendas de campaña. Esperando nuestro turno, entramos en Macedonia al campamento Gevgelija. Injustamente la UE ordenó el cierre de las fronteras el 7 de marzo de 2016. En Macedonia nos dieron tarjetas de registro. Subimos a un tren hasta la frontera con Serbia. Durante el camino, nos informaron de que las fronteras estaban cerradas con Croacia, Serbia y Austria. Llegamos a la frontera con Serbia y nos impidieron la entrada hasta que llegase la comisión encargada de la interrogación. Mientras esperábamos la comisión, llovía fuertemente. Estuvimos bajo la lluvia durante 7 horas. Todos éramos familias con niños. Cerca de 470 personas sufriendo lluvia y frío. Serbia nos negó la entrada y Macedonia nos cerró la frontera para volver porque figurábamos como salientes de Macedonia. 7 horas de espera, ni para atrás, ni para adelante. Quedamos atrapados entre las dos fronteras… Ante esta situación, a la espera que abran las fronteras, nos trajeron tiendas de campañas pequeñas igual que las tiendas de Idomeni. Éramos 470 personas. Macedonia nos negó que volver a sus territorios porque figuramos como salientes y Serbia nos ha prohibido la entrada de acuerdo al cierre de las fronteras desde la UE. Hemos quedado atrapados entre las dos fronteras…
Estuvimos 18 días sobreviviendo una dramática situación bajo la lluvia y el barro. Nos instalamos en una pequeña tienda, sufriendo mucho frío e intensa lluvia. Pasaron los 18 días y las fronteras seguían cerradas de forma indefinida. Nos ordenaron volver al campamento de Gevgelija, frontera con Serbia. Algunas familias fueron de forma clandestina, otros tantos amigos también lo han hecho. Quedábamos como 60 personas. Acordamos entonces escapar de forma clandestina para entrar a Serbia. Era de noche… sobre la una de la mañana. El camino estaba lleno de barro, junto a nosotros había gente mayor, de 63 años, embarazadas, niños, discapacitados… Éramos 60 personas. Nos adentramos en Serbia. Dos kilómetros aproximadamente desde la una de la mañana hasta las 8 de la mañana. Paramos a descansar y encendimos fuego para calentarnos, nos vio la policía serbia y nos ordenó volver a Macedonia. Les dijimos que según nuestras tarjetas de registro figurábamos como salientes y la policía insistió en que volviésemos. Nos negamos a volver así que, la policía serbia agredió a dos jóvenes y nos obligaron a volver a Macedonia por la fuerza. Intentamos cruzar a Serbia por segunda vez pero la policía nos devolvió a la puerta principal entre Serbia y Macedonia. En este momento, la policía de ambos países, esperó hasta el anochecer para acordar la manera de trasladarnos a otro lugar; nos metieron en camiones militares rumbo a Grecia. En ese instante se presentaron algunas ONG’s a las cuales la policía negó que pudiesen ayudar. La policía junto con los militares hicieron un pasillo para conducirnos hacia los camiones. Éramos sesenta personas. Las mujeres y los niños empezaron a gritar negándose a entrar en los camiones. Había un oficial que comunicó a su superior nuestra negación de subir a los camiones. Ante este rechazo, el oficial nos comunicó que teníamos que volver en trenes al campamento de Gevgelija que hace frontera con Grecia. Aceptamos volver en trenes pero no en camiones militares. A las cinco de la madrugada nos metieron en autobuses, éramos 60 personas, y nos devolvieron al campamento de Gevgelija en Macedonia, frontera con Grecia. Nos quitaron las tarjetas de registro de Macedonia; si tú intentas volver a entrar a Macedonia y te cogen sin documentación te devuelven directamente a Grecia sin poder argumentar que has estado en Macedonia. “Permanecimos un mes y medio en Macedonia”.
Recibimos un trato nefasto por parte de Naciones Unidas. ACNUR en Macedonia no nos ayudó en nada. Los traductores árabes hicieron una labor formidable pero, las ONG’s grandes no fueron buenas con nosotros en absoluto.
Después de un mes y medio sin solución alguna decidimos entrar de forma clandestina. Nos cogieron y nos devolvieron a Grecia.
Volvímos al campamento de Idomeni y estuvimos allí quince días en unas condiciones infrahumanas. Hablé con mi mujer y le dije que teníamos que ir a Albania de forma clandestina. Mi mujer tuvo miedo y mi hijo también, diciéndome que cómo vamos a ir a Albania habiendo allí traficantes de órganos, mafias y bandas criminales. Les dije que no teníamos elección, que la muerte nos estaba cercando.
Partimos hacia Albania. De Tesalónica fuimos a Ioaninna y, durante dos noches, dormimos en un garaje. Fuimos a la frontera de Kakavia, intentamos entrar de forma clandestina, lo intentamos dos veces y la policía nos detuvo. A la tercera conseguimos pasar la frontera a través de un río. Sólo los tres. Era de noche. Mi hijo estaba llorando; comimos unos bocadillos que debían estar envenenados. Vomitó durante toda la noche, estaba envenenado.
Los árboles estaban entrelazados, era muy difícil atravesarlos. Caminamos a través de bosques llenos de arbustos y maleza que nos arañaban las piernas. Mi hijo y mi mujer acabaron cubiertos de pinchos. Estábamos muertos de miedo. Aún así, caminamos desde las cuatro de la tarde hasta las seis de la mañana. Llegamos a la ciudad de Gjirokastër. Allí nos vio una persona y nos ofreció refugio en un garaje advirtiéndonos que la policía podía detenernos. Nos ofrece llevarnos a la capital, a Tirana, a cambio de 40 euros y desde Tirana cogimos un autobús hacia Shkodër. Nos desplazábamos con la ayuda de un GPS. Desde Shkodër cogimos otro autobús para llegar hasta Montenegro. Cuando llegamos a la frontera de Montenegro el estado de salud de mi hijo era crítico.
La policía nos vio, nos cogió y nos llevó a una comisaría diciéndonos si queríamos quedarnos en Albania o volver a Grecia. Le dijimos que queríamos volver a Grecia. Nos registraron y nos sacaron una documentación, después nos llevaron a una cárcel entre montañas. Era de noche. Estábamos aterrorizados. Nos metieron en la cárcel . Uno de los policías fue amable con nosotros y nos presentó a una paisana siria que estuvo encarcelada hace un año. Esa chica nos intentó tranquilizar y nos dijo que no iba a pasar nada, que era cuestión de 20 días de retención y luego nos liberarían. Le dijimos que estábamos con mucho miedo, que estábamos solos los tres, pero ella insistía en tranquilizarnos.
A continuación nos metieron en una celda y nos cerraron. Era una cárcel con cámaras de seguridad, vigilancia policial, el móvil estaba prohibido… Era una catástrofe para mi encarcelados junto mi hijo pequeño sin que les importa su estado de salud. Hemos solicitado la intervención de ACNUR/UNHCR puesto que hay un niño enfermo encarcelado, que es una auténtica violación a los Derechos Humanos. Pasados los 20 días, no nos devolvieron a Grecia. Les suplicamos que nos devolviesen pero fue en vano. Pasamos 15 o 20 días incomunicados con nuestras familias.
Mi hijo seguía envenenado hasta que ACNUR nos visitó una vez diciéndonos que se enteraron y se interesaron del caso de mi hijo ofreciéndonos que nos llevarían a un lugar mejor o a algún campamento oficial en Grecia. Nos dijeron que iban a trasladarnos a un lugar mejor como tarde mañana. Aceptamos el ofrecimiento pero después de 15 días más en la cárcel no volvimos a verles, ni se han puesto en contacto con nosotros ni nos han ayudado en nada. Después de 23 días más nada cambió, seguíamos en la cárcel sin ninguna solución. Entonces le dije a mi familia que tendríamos que hacer huelga de hambre hasta encontrar una solución. Si no llegamos a hacer esta huelga, posiblemente nos hubiésemos quedado un año sin que nadie supiese de nosotros. Comenzamos la huelga de hambre y la llevamos a cabo durante dos días. Al ver esta medida de presión nos trasladaron a un campamento mejor pero cerrado, no podíamos entrar ni salir de allí.
En este campamento nos encontramos con la ONG (UNHCR/ACNUR) y les dijimos que había pasado un mes sin atender nuestra petición; ¿qué va a ser de nuestra situación? Queremos volver a Grecia. Estamos agotados física y mentalmente. Nos contestaron que el asunto está en manos del gobierno y que ellos no podían hacer nada. Pero, ¿cómo que no podéis hacer nada si sois ACNUR? Que sois los responsables de los refugiados, los responsables de mí, en Albania, en Grecia y en Macedonia. Habéis sido absolutamente inefectivos con mi situación,, No estáis haciendo bien vuestro trabajo. Me contestaron que o me quedaba en la cárcel o pedía el asilo. Les dije que yo no quería el asilo en Albania, quería volver a Grecia porque se había abierto un proceso de registro y reubicación de refugiados del cual quería ser partícipe porque podría ser nuestra salvación. Me contestaron que esas eran las normas entre ambos países y que ellos no podía interferir en estas.
Esta situación de bloqueo duró un mes y medio. Al final nos llevaron a Grecia y nos sacaron una nueva tarjeta de registro. Aún sigo guardando la anterior. En el transcurso de este trámite nos retuvieron dos días en una cárcel y después de todo el proceso llegamos aquí.
En definitiva la situación fue bastante trágica. El viaje ha sido agotador. Han pasado cinco o seis meses desde que salimos de Siria hasta ahora. No hubo descanso, ni sueño, ni tregua. Todo ha sido una tortura que no se la deseo a nadie. Ha sido una experiencia brutal. Cuando llegamos, las fronteras estaban abiertas…
Al llegar aquí, a Katsikas, montamos una tienda bajo el sol, con cardos y piedras en el suelo. La situación es insoportable pero, gracias a la ayuda de las ONG’s pequeñas, conseguimos un aporte de esperanza y un soporte para aguantar. Pero el resto de las grandes ONG’s no nos han prestado ninguna ayuda ni nos han atendido como debieran, sobre todo ACNUR, que no profundiza en la situación de los refugiados. ¡¡Veníamos de la muerte, estábamos en la muerte!!
Nuestra situación es trágica. Ante tanta injusticia sólo nos queda dios como refugio.
Desde aquí, manifestamos nuestra queja y crítica hacia ACNUR. En principio estábamos esperanzados al verles, puesto que representa la agencia de la ONU para los refugiados que defiende los derechos humanos. La verdad nos ha sorprendido mucho el trato de esta grande ONG que se ha desatendido totalmente de nuestro caso, que se limitan a decirnos que todo depende de las autoridades que ellos no tienen nada que ver en el asunto.