KAWA HADJIKawa es pintor y decorador pero, además, es un ilustrador magnífico. Él es kurdo, firme defensor de un Kurdistán libre.
En su testimonio habla claro y contundente sobre la mafia que impera en Turquía para dejar sin recursos a los desplazados. Habla de cómo las autoridades les encarcelaron y de cómo las mafias les extorsionan aprovechándose de sus miedos, su necesidad y los pocos recursos de los que disponen. |
"Cuando llegamos a Turquía, estaba deshumanizada por completo. Al entrar en Turquía llevaba a mi hijo en brazos y, a veces, se lo daba a mi mujer debido a que yo cargaba en mi espalda a otra chica de cuarenta años, andando, a través de montañas desde Irak a Turquía. Éramos un grupo de 100 personas, las cuales, me adelantaban dos kilómetros. También estaba el hermano de esta chica con nosotros, tenía 60 años. Él me ayudaba a cargarla.
Por fin, llegamos a Turquía donde nos recibió la policía y, directamente, nos condujeron a unos autobuses que nos llevaron a la cárcel. La cárcel estaba dentro de un estadio de baloncesto. Allí éramos 2000 personas, había sólo dos váteres.
Tengo un hijo pequeño que está enfermos del corazón. Le dije a los responsables de la cárcel que mi hijo estaba enfermo y que necesitaba una habitación para estar sólo. Me dijeron que no era posible, que nosotros como el resto de la gente. Vais a dormir juntos. El estadio medía casi 2000 metros cuadrados. 2000 metros cuadrados para 2000 personas, es decir, un metro cuadrado por persona. Mi hijo enfermo no soportaba el olor de la gente hacinada y, en dos o tres ocasiones, se desmayó. Tuve que pagar 100 dólares a los responsables para garantizarme un rincón donde pudiesen dormir mi hijo y mi mujer.
Estuvimos quince días en esta cárcel. Ha sido la peor etapa de mi vida. Para mi ha sido peor que la guerra en Siria. Mujere y hombres dormían todos juntos, unos encima de otros.
Salimos de esa cárcel…era para nosotros un nuevo día. Entonces fuimos hacia Izmir, donde encontramos muchas mafias de transporte de personas. Aquí no puedes fiarte de nadie. Al final, uno de los mafiosos, se aprovechó de nuestra situación y nos hizo pagar 4000 euros para poder cruzar a las islas griegas mi familia y yo. Sobre la una de la madrugada fuimos a montar en al barca. Éramos 60 personas. La barca era muy vieja. Nos habían dicho que era nueva y que estaba en buen estado. Era posible cruzar en una hora a la isla de Kíos pero perdimos el rumbo y el viaje duró entre cinco y seis horas. Perdimos el camino y se paró el motor…Afortunadamente no fue una avería grave. En medio del mar empezaron a crecer las olas y agitar la barca hasta los dos metros de altura. Llegamos a pensar que la barca se iba a hundir. Afortunadamente, nos salvamos, gracias a dios.
Antes de llegar a la isla, a falta de cinco minutos, mis compañeros dijeron haber visto un pez enorme en el mar, pero entonces, apareció un ferry de pasajeros que venía directo hacia nosotros. Logramos esquivarlo de milagro. Si tardamos dos minutos más, el ferry nos habría destrozado. Conseguimos pasarle por un lateral y al superarle llegamos a la isla.
Entramos a Kíos el 19 de Marzo, o el 18, no recuerdo exactamente si el 19 o el 18. Era el último día para registrar a los refugiados en Kíos. Cuando llegamos a la isla, pude ver a gente muy amable de las ONG y del pueblo europeo. Entonces he sentido una gran diferencia entre los europeos y los turcos. Recuerdo cuando estaba en el colegio y, para ellos, yo era Kurdi. Entonces me trataban de mala manera a pesar de las penurias…
Gracias a dios, conseguimos atravesar el mar. Desde entonces hasta hoy mi mujer y mis hijos tienen miedo. Se despiertan por la noche pensando que están en el mar. Fue un día terrible…no se puede imaginar.
Ahora nos encontramos en Katsikas en una situación difícil pero normalizada. Aunque la realidad social es dura. Aún así no existe la humillación que hemos sufrido y vivido en las cárceles de Turquía y entre el pueblo turco. Los turcos nos han visto como una mercancía, como un plato suculento. Según ellos, dicen que, como nosotros vamos a cruzar a otro país, entonces ellos se tienen que aprovechar de nosotros. No he visto nada bueno de ellos….Afortunadamente, gracias a dios estamos aquí. Espero que los días que vienen podamos vivir tranquilos y que la paz reine en Siria.
Y veo un Kudistán libre. Gracias."
Por fin, llegamos a Turquía donde nos recibió la policía y, directamente, nos condujeron a unos autobuses que nos llevaron a la cárcel. La cárcel estaba dentro de un estadio de baloncesto. Allí éramos 2000 personas, había sólo dos váteres.
Tengo un hijo pequeño que está enfermos del corazón. Le dije a los responsables de la cárcel que mi hijo estaba enfermo y que necesitaba una habitación para estar sólo. Me dijeron que no era posible, que nosotros como el resto de la gente. Vais a dormir juntos. El estadio medía casi 2000 metros cuadrados. 2000 metros cuadrados para 2000 personas, es decir, un metro cuadrado por persona. Mi hijo enfermo no soportaba el olor de la gente hacinada y, en dos o tres ocasiones, se desmayó. Tuve que pagar 100 dólares a los responsables para garantizarme un rincón donde pudiesen dormir mi hijo y mi mujer.
Estuvimos quince días en esta cárcel. Ha sido la peor etapa de mi vida. Para mi ha sido peor que la guerra en Siria. Mujere y hombres dormían todos juntos, unos encima de otros.
Salimos de esa cárcel…era para nosotros un nuevo día. Entonces fuimos hacia Izmir, donde encontramos muchas mafias de transporte de personas. Aquí no puedes fiarte de nadie. Al final, uno de los mafiosos, se aprovechó de nuestra situación y nos hizo pagar 4000 euros para poder cruzar a las islas griegas mi familia y yo. Sobre la una de la madrugada fuimos a montar en al barca. Éramos 60 personas. La barca era muy vieja. Nos habían dicho que era nueva y que estaba en buen estado. Era posible cruzar en una hora a la isla de Kíos pero perdimos el rumbo y el viaje duró entre cinco y seis horas. Perdimos el camino y se paró el motor…Afortunadamente no fue una avería grave. En medio del mar empezaron a crecer las olas y agitar la barca hasta los dos metros de altura. Llegamos a pensar que la barca se iba a hundir. Afortunadamente, nos salvamos, gracias a dios.
Antes de llegar a la isla, a falta de cinco minutos, mis compañeros dijeron haber visto un pez enorme en el mar, pero entonces, apareció un ferry de pasajeros que venía directo hacia nosotros. Logramos esquivarlo de milagro. Si tardamos dos minutos más, el ferry nos habría destrozado. Conseguimos pasarle por un lateral y al superarle llegamos a la isla.
Entramos a Kíos el 19 de Marzo, o el 18, no recuerdo exactamente si el 19 o el 18. Era el último día para registrar a los refugiados en Kíos. Cuando llegamos a la isla, pude ver a gente muy amable de las ONG y del pueblo europeo. Entonces he sentido una gran diferencia entre los europeos y los turcos. Recuerdo cuando estaba en el colegio y, para ellos, yo era Kurdi. Entonces me trataban de mala manera a pesar de las penurias…
Gracias a dios, conseguimos atravesar el mar. Desde entonces hasta hoy mi mujer y mis hijos tienen miedo. Se despiertan por la noche pensando que están en el mar. Fue un día terrible…no se puede imaginar.
Ahora nos encontramos en Katsikas en una situación difícil pero normalizada. Aunque la realidad social es dura. Aún así no existe la humillación que hemos sufrido y vivido en las cárceles de Turquía y entre el pueblo turco. Los turcos nos han visto como una mercancía, como un plato suculento. Según ellos, dicen que, como nosotros vamos a cruzar a otro país, entonces ellos se tienen que aprovechar de nosotros. No he visto nada bueno de ellos….Afortunadamente, gracias a dios estamos aquí. Espero que los días que vienen podamos vivir tranquilos y que la paz reine en Siria.
Y veo un Kudistán libre. Gracias."